La sal de mi vida es esa que me genera adrenalina. Alegría, movilización interna y externa, un poco de peligro. De incertidumbre. Me activa, me da más vida. Juego. Sabor. Esas cosas.
El lunes, después de dos días de no haber tenido ganas de estar comunicada con el mundo, decidí salir del Ashram a comprar el famoso chip para el celular.
Así que me puse un jean y un saquito que me tapara la cola. (La parte de la tapada de cola no la había tenido en cuenta en la poca ropa que me traje, solo los hombros cubiertos. Voy aprendiendo! En otro post hablaré de las coatumbres indias)
Emprendí la caminata.
A unos 300 metros del Ashram te encontras con una cuadra de negocios. Ahí va la foto.
Como estar en la villa básicamente. Fui al negocio que me habían mencionado, pero estaba cerrado. Así que me quedé afuera esperando a que abriera y de paso chusmeaba lo que pasaba.
Muy graciosa la dinámica. Las motitos. Si los hombres llevan a las mujeres, las mujeres se sientan de costado y no los tocan. La señora barriendo la vereda con una especie de escoba hecha de hojas como si fueran de pino. El señor abriendo los cocos en la mitad de la calle con una especie de navaja gigante. El abuelo sentado en la salida de su casa, todo consumido, sin dientes, con el mentón para afuera. Los chiquitos con sus madres yendo al colegio. La abuelita hablando sola. La gallina correteando. Podría pasar en cualquier lado del mundo. Pero ahí estaba yo. Sentadita. Observando y la gente me observaba. Blanca, rubia de ojos claros. Claramente no paso desapercibida.
De repente grupito de hombres. Vieron que les dije que siempre hay grupitos de hombres. Ya los había visto pasar a la ida cuando iba caminando. Un toque me habían inhibido, pero seguí. Siempre con la premisa de estoy siendo cuidada.
De pronto este grupito me rodea. Ok. Eso ya no me gustó tanto. Me hago la boluda. Me corro de lugar. Hablan en dialecto. Ni siquira hindi. Le hablan al de la puerta de al lado del negocio. Siguen hablando. Además acá hablan fuerte que da calambre. 5 min. Haciendo como que no me miran. Yo miro para abajo. "Cande. Firme. No pasa nada. Seguro que están hablando de vos. Pero no pasa nada."
Se van. Reina la tranquilidad.
Pasa una viejita, se me pone a charlar. Renu Bhatia su nombre. Una divina. Era de Mumbai, había venido al Ashram a hacer un curso. Estaba con problemas con su celular.
Mientras yo ya llevaba 45 min esperando que abriera el negocio. Pensé. Tiempo de India. Anda a saber.
De pronto. Aparece un chico de unos venticortos. De esos bien pitta hiperquinetico. En dos segundos, preguntó cuando abría al de al lado. Me preguntó a mí que hacía y me terminó resolviendo todo el trámite hablando en hindi. Todo resuelto en 10 min literal.
Estas cosas pasan todo el tiempo.
En el próximo cuento del Ashram.
martes, 9 de diciembre de 2014
Un poco de sal
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acá otra fanática de tu blog!!!! bravo en tu primera incursión en la vida de la cuidad!!!
ResponderBorrarJajaja gracias Madre! Besos y abrazos para todos!
ResponderBorrarComo verás ahora me estoy dando panzada de tu blog y contestando cada una de tus entradas. ¿Pudiste enterarte que era lo del grupito de hombres?
ResponderBorrarSimplemente andan así. Son más chusmas que todas las viejas chusmetas. Cosas q pasa!
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