(Feliz Año Nuevo para Tamil Nadu)
Para ponerle un poco de sal a mis días en el Ashram, la semana pasada cambié mi rutina y partimos a Tamil Nadu, una de las provincias más al sur de la India a festejar el año nuevo.
India tiene muchas particularidades, una de ellas es que hay diferentes fechas de año nuevo. Y no es que acá se festeje en todo el país un año nuevo, sino que según la provincia y el calendario que usan, todos festejan en diferentes fechas.
Esto es parte de la belleza cultural que tienen los indios. Acá en el Ashram eso se ve muy claro y no solo con los años nuevos, sino con cualquier tipo de festividad: no importa de donde seas, siempre es una celebración, porque todos festejan todo. Todo es motivo de celebración.
La travesía a Tamil Nadu comenzó cuando Mica y Fer, dos de mis amigos argentinos acá en el Ashram, me dijeron ‘Vos Cande que nunca tuviste experiencia de Satsang afuera del Ashram, por qué no te venís con nosotros por el día a Tamil Nadu?’. Quienes me conocen, sabrán que no soy de preguntar mucho, cuando tengo ganas de algo, me lanzo a la aventura y que la vida me sorprenda.
Así que la noche anterior pedí permiso en el Info Center. Sí, acá para salir del Ashram todos tenemos que pedir permiso, básicamente como cualquier trabajo. Al ser un ashramite internacional más todavía, porque nos cuidan como bebés. Así que, como una nena de 10 a la que los padres la dejaron salir con sus amiguitos, partimos en Rickshaw hasta el lugar desde donde salen los micros. No lo puedo llamar una estación de colectivos, porque no es precisamente eso. Es simplemente una calle donde los colectivos pasan y un hombre desde las escalares de la entrada del micro grita hacia el destino y la gente se sube. Un Ciudad de Córdoba o un San José no tendrían nada que envidiarle al bondi sin nombre indio que nos llevó hacia algún lugar en Tamil Nadu, cerca de Tirupattur.
La comitiva: Mica, Fer y Rohit, un indio amoroso que toca la guitarra y canta como los diosos.
Hacía calor, pero ya no el calor insoportable que casi me mata los otros días, sino un calor a la India, de esos en los que con tomar algo fresco como un jugo de mango se apacigua.
Arun, el Seva (voluntario) local amigo de Mica, nos vino a buscar a la estación y nos llevó a un templo Jaina. Era como una gran ciudad con diferentes templos y otros en contrucción. Todavía no entiendo bien las diferencias, pero el jainismo como el budismo y el sijismo son religiones que están relacionadas al hinduismo y es otra de las religiones más importantes de la India. Según Mica, son más ortodoxos. Según Wikipedia, tienen sus propios fundamentos y su camino hacia el moksa (la liberación).
Después de quemarnos los pies yendo de un templo al otro descalzos, seguimos camino a la casa de Arun.
Para los indios que vengan visitas es muy auspicioso. Nos recibieron en la entrada, nos pusieron agua, sándalo, kum kum, cúrcuma y flores en los pies antes de entrar y nos estaban esperando con la comida preparada. Son hermosos. Toda una ceremonia por el hecho de visitarlos. Nos sentimos tan honrados. Tan bendecidos.
Comimos junto a toda la familia y amigos de la familia.
Otra costumbre india es que los anfitriones no comen hasta que los invitados no terminan de comer. Es una costumbre que sigo sin poder digerir del todo. Porque son casas mínimas muchas veces y ellos te están sirviendo con todo el amor y se quedan paraditos hasta que vos terminás. Y a mí me gusta cuando todos nos podemos sentar y compartir juntos. Acá también aprendí a aceptar algo: costumbres son costumbres. Y a respetarlas y honrarlas. Y esta es otra lección aprendida. Dar sin esperar nada cambio y dar y dar y dar. Esto me enseña esta cultura todos los días.
Muchos, sobre todo mi madre, me preguntará qué comimos. Confieso. Soy malísima con los nombres, pero puedo generalizarlo: arroz blanco, dahl (como una sopa con algún tipo de poroto), mezcla de vegetales, buttermilk y dulces de postre. Lo importante es que todo fue riquísimo. Lo distintivo en la comida india es que las especias lo hacen todo y que los vegetales son exóticos y el arroz es único. Y lo más lindo de esta comida en particular es que nos sirvieron en hoja de banano: cuando te ponen esa hoja como plato es símbolo de algo auspicioso, además de ser limpio ante las cosas aceitosas. (Pensándolo bien, debería hacer un post exclusivo de comidas).
Luego, tuvimos una tarde de lo más amena compartiendo con la familia de Arun, en medio de zapada. Mucho músico, mucho instrumento que nos acompañó hasta que llegó el momento para partir al Satsang.
Nos pusimos lindos y partimos hacia un templo donde los voluntarios del lugar habían montado un escenario lindísimo para que festejemos el año nuevo en Tamil Nadu.
Como ya expliqué en algún otro post, Satsang es un momento en el que nos unimos todos a celebrar: cantos, meditación y conocimiento es lo que entre todos compartimos.
Eran las 6.30pm, después de hacer el tradicional recorrido por el templo, comenzamos el Satsang cantando. A la segunda canción: se corta la luz y comienza a llover. Y no parecía que fuera a parar. Así que de un minuto a otro entramos todos al templo y la fiesta siguió allá adentro.
Tengo unas fotos muy lindas de los niños cantando y algunos videítos que cuando vuelva a Argentina editaré y subiré.
Simplemente fue hermoso compartir con ellos esos momentos, con la mística de lluvia de fondo, las velas y luego la luz otra vez.
Antes de irnos nos volvieron a despedir con honores agradeciéndonos la visita: nos premiaron a la india, poniéndonos un pañuelo en el cuello.
Para coronar el día medio mojados luego de la lluvia incesante, nos llevaron a comer una clásica dosa a un lugarcito en el pueblo
Terminamos llegando al Ashram como a las 3 de la mañana.
sábado, 25 de abril de 2015
Tamil Puthandu Vaazthukal
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jueves, 9 de abril de 2015
Mini reporte
Mucho pasó desde mi último post.
La vuelta al Ashram fue un retorno a casa literal. Mi primera llegada al Ashram fue llegar mi casa interior. A ese lugar en el que te sentís realmente a gusto con vos mismo y con el entorno. Ese momento en el que te sentís uno con el universo y sentís que vos le pertenecés al mundo y que el mundo te pertenece. Pero esta segunda llegada al Ashram fue llegar a la casa en la que muchas veces ves el desorden y te desespera, esa casa en la que se te vienen los mismos problemas de siempre o nuevos, esa casa en la que tenés discusiones con tu familia, en la que podés sentir incomodidades, en la que tenés que ir a trabajar y querés quedarte un ratito más en la cama y no ir a trabajar, en la que querés quedarte con tus amigos hasta tarde, pensando que al día siguiente tenés que ponerte a hacer tesis.
Así fue mi segunda llegada a casa después de unos lindísimos días en Delhi en la casa de mi amigo indio Sahan.
Volví al Info Centre. Esta vez con más experiencia y con mayores desafíos. Nos cambiaron al jefe y nos desestabilizó un poco el panorama. Estábamos todos tan contentos con nuestro actual jefe Prashant, que la noticia nos descolocó a todos. Pero eso pasa todo el tiempo acá en el Ashram. Nadie está estable en un lugar. Vas rotando. Supongo que para que uno no se aburra, para asumir nuevos desafíos, para dar un poco de aire. Y supongo que también para generar esto que generó en nosotros: un poco de incomodidad, de salir de la zona de confort.
Así que tener jefe nuevo me enfrentó a nuevos desafíos. Solo de verme detectó que podía utilizarme para más que atender a las visitas. Así que me puso a trabajar, en cada momento libre que tenía, en el armado de manuales para instruir a los nuevos sevas (voluntarios) al llegar al Info Centre. Eso me tuvo bastante ocupada las primeras semanas. Y cuando terminé me abrió las puertas para que fuera a hablar con los secretarios de Guruji para arrancar mi tesis de maestría acá. Eso es lo que me tiene más ocupada en estas semanas y es lo que me tendrá más ocupada en estas semanas también. Hacer la tesis acá fue una de las condiciones que me puse a mí misma para quedarme estos meses, así que estoy asumiendo mi compromiso.
En este mes haciendo voluntariado me volvieron a caer dos fichas importantes. La primera es que lo que pasa adentro pasa afuera: los mismos problemas que uno enfrenta en la vida real, también ocurren adentro del Ashram. Celos entre compañeros de trabajo, el que no trabaja, el que dice que se siente mal y no aparece, el que desaparece, los que hablan por detrás y podría continuar con la lista. Pero por otro lado, y aquí mi segunda ficha, que trabajar en un ambiente como este tiene un gran diferencial y es ver cómo se solucionan o se les da un nuevo viraje a estas cosas. En este mes y medio cada vez que hubo un pequeño problema, se resolvió de 3 maneras distintas y siempre hablando entre todos y haciéndonos crecer como seres humanos y profesionales. Es hermoso cuando de un conflicto interpersonal, una persona puede elevarnos a todos y sacar lo mejor de cada uno, para luego sentir que esta es mi familia.
Y esa es la misión de Guruji y del Arte de Vivir: una familia mundial. Y acá la siento cada día más. Antes la sentía porque estaba rodeada de gente de todas partes del mundo; ahora siento que India en sí misma es mi familia. Haberme quedado en esta época donde hay poco movimiento de visitas internacionales hizo que me hiciera muy amiga de los indios con los que trabajo y de amigos de ellos. Mucho cambió gracias a esto, ahora como muy seguido con ellos en el comedor de los nacionales en los que me siento en el piso y como con las manos (se acuerdan que me rehusaba a hacerlo?), jugué al cricket en el campeonato de mujeres y hasta muchas veces entiendo cuando me hablan en hindi. Impresionante lo que 4 meses pueden hacer cuando uno está disponible a aprender y seguir creciendo en todos los aspectos de la vida.
La parte no feliz de toda esta historia es que el calor me estuvo matando. Hoy, y creo que es por esto que estoy escribiendo, es el primer día que tengo más energía en el horario de entre las 12 y las 16. Pero llegando a los casi 40 grados diariamente me estuvo provocando todo tipo de reacciones que me han llegado a generar ganas de volver a casa de lo insoportable que sentía el clima.
Si hoy escribo así de feliz y contenta es porque ya reviví. Tal vez me haya empezado a acostumbrar o al menos ya tengo algunos tips de cómo combatirlo.
Espero que todos estén viviendo sus respectivos momentos presentes. Ahora!
Los abrazo.
La vuelta al Ashram fue un retorno a casa literal. Mi primera llegada al Ashram fue llegar mi casa interior. A ese lugar en el que te sentís realmente a gusto con vos mismo y con el entorno. Ese momento en el que te sentís uno con el universo y sentís que vos le pertenecés al mundo y que el mundo te pertenece. Pero esta segunda llegada al Ashram fue llegar a la casa en la que muchas veces ves el desorden y te desespera, esa casa en la que se te vienen los mismos problemas de siempre o nuevos, esa casa en la que tenés discusiones con tu familia, en la que podés sentir incomodidades, en la que tenés que ir a trabajar y querés quedarte un ratito más en la cama y no ir a trabajar, en la que querés quedarte con tus amigos hasta tarde, pensando que al día siguiente tenés que ponerte a hacer tesis.
Así fue mi segunda llegada a casa después de unos lindísimos días en Delhi en la casa de mi amigo indio Sahan.
Volví al Info Centre. Esta vez con más experiencia y con mayores desafíos. Nos cambiaron al jefe y nos desestabilizó un poco el panorama. Estábamos todos tan contentos con nuestro actual jefe Prashant, que la noticia nos descolocó a todos. Pero eso pasa todo el tiempo acá en el Ashram. Nadie está estable en un lugar. Vas rotando. Supongo que para que uno no se aburra, para asumir nuevos desafíos, para dar un poco de aire. Y supongo que también para generar esto que generó en nosotros: un poco de incomodidad, de salir de la zona de confort.
Así que tener jefe nuevo me enfrentó a nuevos desafíos. Solo de verme detectó que podía utilizarme para más que atender a las visitas. Así que me puso a trabajar, en cada momento libre que tenía, en el armado de manuales para instruir a los nuevos sevas (voluntarios) al llegar al Info Centre. Eso me tuvo bastante ocupada las primeras semanas. Y cuando terminé me abrió las puertas para que fuera a hablar con los secretarios de Guruji para arrancar mi tesis de maestría acá. Eso es lo que me tiene más ocupada en estas semanas y es lo que me tendrá más ocupada en estas semanas también. Hacer la tesis acá fue una de las condiciones que me puse a mí misma para quedarme estos meses, así que estoy asumiendo mi compromiso.
En este mes haciendo voluntariado me volvieron a caer dos fichas importantes. La primera es que lo que pasa adentro pasa afuera: los mismos problemas que uno enfrenta en la vida real, también ocurren adentro del Ashram. Celos entre compañeros de trabajo, el que no trabaja, el que dice que se siente mal y no aparece, el que desaparece, los que hablan por detrás y podría continuar con la lista. Pero por otro lado, y aquí mi segunda ficha, que trabajar en un ambiente como este tiene un gran diferencial y es ver cómo se solucionan o se les da un nuevo viraje a estas cosas. En este mes y medio cada vez que hubo un pequeño problema, se resolvió de 3 maneras distintas y siempre hablando entre todos y haciéndonos crecer como seres humanos y profesionales. Es hermoso cuando de un conflicto interpersonal, una persona puede elevarnos a todos y sacar lo mejor de cada uno, para luego sentir que esta es mi familia.
Y esa es la misión de Guruji y del Arte de Vivir: una familia mundial. Y acá la siento cada día más. Antes la sentía porque estaba rodeada de gente de todas partes del mundo; ahora siento que India en sí misma es mi familia. Haberme quedado en esta época donde hay poco movimiento de visitas internacionales hizo que me hiciera muy amiga de los indios con los que trabajo y de amigos de ellos. Mucho cambió gracias a esto, ahora como muy seguido con ellos en el comedor de los nacionales en los que me siento en el piso y como con las manos (se acuerdan que me rehusaba a hacerlo?), jugué al cricket en el campeonato de mujeres y hasta muchas veces entiendo cuando me hablan en hindi. Impresionante lo que 4 meses pueden hacer cuando uno está disponible a aprender y seguir creciendo en todos los aspectos de la vida.
La parte no feliz de toda esta historia es que el calor me estuvo matando. Hoy, y creo que es por esto que estoy escribiendo, es el primer día que tengo más energía en el horario de entre las 12 y las 16. Pero llegando a los casi 40 grados diariamente me estuvo provocando todo tipo de reacciones que me han llegado a generar ganas de volver a casa de lo insoportable que sentía el clima.
Si hoy escribo así de feliz y contenta es porque ya reviví. Tal vez me haya empezado a acostumbrar o al menos ya tengo algunos tips de cómo combatirlo.
Espero que todos estén viviendo sus respectivos momentos presentes. Ahora!
Los abrazo.
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